CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LOS CASTROS
LUGAR:  RIOSCURO DE LACIANA
INFORMACIÓN DETALLADA DE LOS CASTROS DE LACIANA

CASTRO DE LA MUELA (Rioscuro)
Sobre un cerro proyectado a modo de espigón sobre el río Sil, hoy desfigurado en su flanco oeste por una escombrera minera, el Castro de La Muela es uno de los más señeros del poblamiento castreño del valle de Laciana. Hay que situar su inicio en la II Edad del Hierro, cuando las comunidades astures explotaban el territorio desde estos estratégicos emplazamientos en altura con una clara orientación ganadera y de agricultura de subsistencia. Su trayectoria se vio truncada por el enfrentamiento con Roma, que a finales del siglo I a. C. conquista el norte de la Península. En el sofisticado sistema implantado por el Imperio para la explotación del oro, lugares como éste de La Muela fueron elegidos con centros de esa organización administrativa, lugares de refino minero, de almacenamiento o de control de la salida del metal hacia Roma.
Al decaer la explotación minera de Laciana a finales del siglo II d. C., todo este sistema se desmonta, pero esto no supone el abandono definitivo del castro, pues en un momento que podemos fechar entre fines del Imperio romano y la época visigoda (s. VVII d. C.), un periodo histórico de inestabilidad donde estos lugares defendidos vuelven a cobrar importancia, La Muela asiste a una nueva ocupación. Sin duda, la estructura más llamativa descubierta en las excavaciones es su muralla, que asociada al foso defiende al menos todo el perímetro sur y sureste. Fue iniciada en época astur, entre los ss. II-I a. C, con técnica de módulos y unos 2 m de anchura.

A inicios del s. I d. C, ya bajo dominio romano, fue engrosada en su sector este hasta los 6-7 m. A lo largo de la ocupación romana se apoyan por el interior algunas viviendas y otros muros que aterrazan el espacio de uso. Esta muralla tenía entrada en el extremo oriental e inmediata a ella presentaba una escalera de acceso a la zona culminante, que estaría a unos 4-5 m de altura. En época tardía la puerta fue tapiada, total o parcialmente, con un muro de bolos de río para adaptar la defensa a las nuevas necesidades.

A la fase astur pertenecen los restos de algunas cabañas circulares, con zócalos de piedra, alzados de postes y entramados vegetales con cubiertas de paja, localizadas en la zona aledaña a la muralla y en el interior. Son, sin embargo, las edificaciones romanas las que mejor conservadas han llegado hasta nosotros. Se adoptan nuevas arquitecturas ortogonales con basamentos de piedra, alzados de tapial, tabiques de división y puertas hacia el este. Estas casas presentaban diversos techados, desde pizarras y teitos a novedosas tejas planas –tégulas-. Junto a ellas conviven otras construcciones circulares destinadas a viviendas o a otros usos, como paneras, corrales, talleres, etc.-.

En época tardoantigua se alzan nuevos edificios de muros curvos, repitiendo los tejados de lajas de pizarra. Por su parte, las edificaciones descubiertas en el interior del castro prueban la intensidad de su ocupación en el momento de máximo apogeo, pues todas ellas datan de los dos primeros siglos de nuestra era. La planificación romana se ve claramente en la construcción cuadrangular central, levantada a dos niveles con un zócalo de piedra sobre el que descansaron paredes de tapial. Este edificio convivió con otras estructuras circulares que podemos entender como una herencia de tradiciones astures, pero también como soluciones arquitectónicas para una función específica. En este sentido, el sistema utilizado para conducir el agua por el exterior de los muros, la creación de plataformas, el tallado de la roca para aislar los edificios o ciertos rasgos de la construcción central, como la ausencia de hogares, el gran tamaño de las habitaciones o la inexistencia de comunicación interna, hacen pensar en una zona de almacenamiento colectivo diferenciada en la organización interna del castro de aquella ocupada por las casas.

Lejos de los tradicionales almacenes familiares prerromanos, estos espacios planificados para todo el poblado son el reflejo material del nuevo sistema de explotación económica y organización social implantado por el conquistador. Reconstrucción hipotética del castro desde la muralla Tramo visitable de la muralla del Castro de La Muela. Estructuras visitables del interior del castro

CASTRO DE LA ZAMORA (Sosas de Laciana)

En el conjunto de los castros de Laciana el de La Zamora reúne una serie de características singulares. De entre los escasos enclaves que superan las 6 ha es el único que se encuentra a una elevada altitud, tanto absoluta (1178 m) como relativa respecto a los valles del Sil y del río de Sosas (190 y 170 m), lo que define un emplazamiento con un gran dominio visual. Pero el rasgo más sobresaliente es su sistema defensivo, pues al menos en sus extremos NO y SE hay evidencias de hasta tres líneas sucesivas que protegen la parte culminante, zona que, sin embargo, no parece que fuera el lugar habitual de habitación, que pudo extenderse sobre la plataforma inferior asomada al Sil.

La excavación ha probado que el castro se funda en la Primera Edad del Hierro, a finales del s. VIII a. C., con una primera muralla sustituida a fines del s. VI o inicios del V a. C. por otra que aún fue reformada tiempo después. El papel central dentro de La Zamora dentro del valle en la Edad del Hierro decae a la llegada de Roma, a finales del s. I a. C., pues por el momento carecemos de evidencias claras de su ocupación por el conquistador. En el extremo noroeste de la acrópolis del castro las excavaciones han documentado un complejo sistema defensivo. En la Primera Edad del Hierro se levanta con bolos una muralla de unos dos metros de anchura.

Tras un probable periodo de abandono de cerca de un siglo, se levanta una nueva de mampostería regularizada. Esta segunda muralla se derrumbó hacia el exterior, por lo que poco antes del 400 a. C. se levantó una tercera que, para evitar ese problema, se dota al exterior de una tosca terraza de apoyo y de un gran terraplén de fuerte inclinación. Esta cerca con terraplén también se documentó en el extremo sureste y pervive en la Segunda del Hierro como parte de un sistema más complejo con al menos otras dos líneas defensa, cuya configuración desconocemos, pero que pudieron combinar terraplenes, muros y empalizadas. De las estructuras de habitación documentamos silos subterráneos y hoyos de poste de cabañas de estructuras vegetales y manteados de barro, que corresponden a la ocupación más antigua del castro.

Un momento donde además de la ganadería la agricultura cerealista era una de las bases de la alimentación, pues dentro de los silos se hallaron bastantes semillas carbonizadas, además de cerámica modeladas sin ayuda del torno. A la fase de la II Edad del Hierro tan solo podemos asociar parte de una construcción con muro rectilíneo y una esquina ligeramente curva localizada en la zona sureste de la acrópolis, y un silo subterráneo que aportó un cuchillo afalcatado de hierro, con buenos paralelos en la fase prerromana. Reconstrucción hipotética de las defensas del castro de La Zamora en la Segunda Edad del Hierro Reconstrucción de las sucesivas murallas documentadas en el tramo visitable del Castro de La Zamora y de los restos (hoyos de poste y silos) del poblado de la Primera Edad del Hierro bajo la muralla posterior.

 

PROYECTO POBLADOS CASTREÑOS DEL VALLE DE LACIANA

 

 

Los castros de la Muela en Villablino y la Zamora en Sosas de Laciana, protegen entre sus murallas más de trece siglos de historia. Los recientes trabajos realizados así lo atestiguan.
El Castro de la Zamora fue ocupado desde la I Edad de Hierro, hasta la II y en principio, parece que los romanos no lo ocuparon; mientras que el de la Muela, su origen está en la II Edad de Hierro; éste sí que fue romanizado y es posible que en época visigoda o altomedieval siguiera ocupado.
Así, en la Zamora, las únicas evidencias detectadas de las cabañas de los habitantes de los castros son varios hoyos de poste y otras estructuras subterráneas, que hace pensar que posiblemente estuvieran levantadas con madera, ramas y barro. Un castro de origen astur, con un emplazamiento a mayor altura y en una zona desde la que dispone de un control más amplio del territorio que se ajusta al modelo de ocupación prerromana.
En cuanto al castro de la Muela, el modelo de ocupación es distinto; en la zona cercana a la muralla se ha descubierto una vivienda construida a dos niveles y con las puertas orientadas al noroeste, que correspondería a los siglos en los que el poblado estuvo romanizado. Una ocupación romana que parece estar vinculada a explotaciones de oro existentes en las montañas de los alrededores.

El proyecto “Poblados castreños del Valle de Laciana” nace con el propósito de poner en valor el patrimonio arqueológico de la comarca y, en particular, el ligado al mundo de la Edad del Hierro (s. VIII-I a. C.) y su continuidad en época romana en relación con la explotación del oro (s. I-II d. C.).

Con las diversas actuaciones emprendidas, que comprenden el Centro de Interpretación de Rioscuro y la excavación arqueológica y la consolidación y señalización explicativa de las estructuras de los castros de La Muela y La Zamora, se oferta un nuevo recurso cultural y turístico que se suma a los atractivos naturales y paisajísticos del valle. Además, como toda investigación arqueológica, las excavaciones realizadas han contribuido de manera significativa a ampliar el conocimiento de las etapas más antiguas de la historia de Laciana.

Desde el Centro de Interpretación de Rioscuro pueden iniciarse las rutas de visita a los castros objeto de intervención.

 

PROYECTO CAMMĪNUS

Proyecto de apertura del Centro Cultural de los Castros de Laciana